El liderazgo requiere de un equilibrio entre la combinación de habilidades sociales, visión, dirección, mando y delegación. Es como un buen cocinero, los condimentos son los mismos pero como los usas y mezclas en tiempo y cantidad hace la diferencia de la cocina. Un buen líder sabe que no siempre puede ser un líder democrático, parece que es lo ideal pero depende de muchos condicionamientos y principalmente de en que nivel de madurez están las personas que trabajan para ti, ¿realmente son un equipo?
Cuantas veces he escuchado que hay que ser democráticos y dar voz a otros y los equipos se han quedado estancados, la realidad es que todo tiene sus etapas y su nivel de madurez y en las organizaciones no es diferente.
La clave para conseguir ese equilibrio está en una comunicación clara, que no vaya dando tumbos de un lado a otro, sin contradicciones, unas reglas claras y a partir de ahí empieza el juego. Si le das demasiada confianza a tu equipo sin haber asentado correctamente estas reglas puedes encontrarte con que luego te va a costar más hacer cambios, incluso o no te vas a atrever a hacerlos o si los haces vas a dar tres pasos atrás.
Al trabajo no vas a hacer amigos, pero si a mantener una relación laboral sana y de confianza para eso las reglas claras y transparentes para todos. El trabajo es como la vida, como el tiempo, si no haces nada otros lo harán por ti, sacarán sus conclusiones y te etiquetarán, por eso no hacer nada no es alternativa. La mejor opción es no dejar lugar a la duda, un marco de juego claro y un diálogo abierto para responder a todas las dudas que puedan surgir de la manera más asertiva.
Fíjate que la asertividad y la empatía son las dos habilidades que más te servirán para conectar con tu equipo e ir subiendo de nivel.
No necesitas conocer a fondo a tu equipo pero tampoco irte al extremo y esperar que respondan como máquinas, el ser humano no funciona así, somos seres sociales por naturaleza y cuando más nos relacionamos mejor nos sentimos, por eso, sin interés por las personas que trabajas crearás enemigos. Hay momentos en los que realizar actividades conjuntas, creativas y salidas para conocerse mejor entre el equipo fomentará el optimismo y la motivación.
No hay mayor enemigo de un buen clima de trabajo que un líder indiferente, frío y distante que da órdenes, no pregunta ni se interesa por su equipo. Debes interesarte por tu equipo, conocerlo e ir como una relación poco a poco.
No te vayas al otro extremo y que el exceso de confianza te impida tomar decisiones como líder, busca el equilibrio entre las relaciones y la productividad y conseguirás el máximo resultado y bienestar de todos.
Te invito a que hagas tu propia reflexión de que tipo de comportamiento tienes en el trabajo y como responde tu equipo. ¿Te responde tu equipo de manera proactiva cuando de verdad los necesitas? ¿O tienes que ordenar que hagan las cosas para conseguir los resultados?
Pon una dosis de buena comunicación, asertividad y creatividad y el equipo te dará un cambio radical.